viernes, 31 de diciembre de 2010

Sueños pequeños

Siempre he querido tener un pequeño apartamento. Compartir mi vida con un gato siamés y tener una habitación claustrofóbica llena de libros. Dentro de ella; únicamente un sofá cama y una mesita. Quizás alguna que otra vela de esas que huelen, que me encantan.
Sí, me gustaría ser una chica solitaria que pasea los domingos con coleta y camiseta. Quiero tener un teléfono rojo vintage y algún que otro cuadro de París. También me gustan las reliquias; una cámara vieja o una tele oxidada no me importaría; me magnetizan esas cosas tan simples y olvidadas. Y fotos. Muchas fotos por las paredes; en blanco y negro supongo, y de quien más bello o bella me parezca a mí.
También quiero tener a buen resguardo una botella de whiskey de ese que se bebe seco para las noches tristes y alegres.
Pero… alguien se empeña en tener un ático compartido conmigo. Sin gatos, sin libros, sin camisetas… desnudez todo el tiempo.

Me lo pensaré…

;)

viernes, 3 de diciembre de 2010

No quedan tardes de verano

Nunca olvidaré lo que pasó en esa cochera…
Éramos dos niños que, a escondidas de los mayores, se encontraban y descubrían su propio juego. Era una tarde húmeda de verano, era época de tormentas y en el ambiente había un olor a tierra mojada que lo impregnaba todo. Habría por lo menos 50 grados en ese lugar. De pronto vi una gota resbalar por tu frente, ¿de dónde había salido?
-          ¿Estás llorando?
-          No, estoy demasiado feliz como para llorar ahora.
Entonces tuve curiosidad, la deshice con mis dedos y me los metí en la boca. Tú te estremeciste. Salado, como una lágrima.
Tiempo después supe que era sudor; tu sudor, sustancia que luego se me hizo tan familiar.
Cuando crecimos un poco más, todo cambió. Cambiaron nuestros cuerpos, nuestras voces, nuestra forma de jugar. Pero siempre volvíamos a tu cochera.

Era cerrar la puerta y cogernos con ansia, besarnos con vicio, fundirnos y sudar, sudar…

lunes, 8 de noviembre de 2010

Ande yo caliente, ríase la gente.

Me encuentro sentada en una parada de bus semi congelada. Mientras espero, veo pasar a la gente.
El tráfico es horrible. Velocidad, adelantamientos indebidos, conductas peligrosas, pitidos. Pone los nervios a flor de piel a cualquiera. ¿A quién le puede gustar ese ritmo? Estás dejando de disfrutar de unos momentos que tienes, antes de por ejemplo, ir al trabajo (cosa que se supone que a nadie gusta, por lo menos en España). Pero bueno, que cada uno vaya cómo y con quién quiera.
Ha pasado un chico muy guapo ahora mismo, iba avanzando lento, pero sin pausa. Tendría aproximadamente mi edad y no llevaba zapatillas. Tampoco tenía piernas.
Vamos a las tiendas y nos compramos ropa de temporada. Empiezan las rebajas y nos peleamos como leones en celo. Necesito otro par de botas porque las marrones no me pegan con esos nuevos pantalones. Realmente es así, puede parecer triste pero nos hace felices.
El que se pone dos días seguidos la misma ropa es un guarro.
Algunos cantantes se cambian varias veces de ropa durante un concierto, para así, poder cantar mejor.
Ahora mismo estoy en un sitio demasiado frío como para preocuparme por eso. Te importa salvar el pellejo y sí, aunque suene fuerte; no morirte congelado. Porque a estas temperaturas se congela hasta el absenta. Da igual lo feo que es tu calzado si te protege del frío, te aísla los pies del agua helada y te da comodidad. Esa es su función, ¿no? ¿O es que hay algún tipo de zapato que esté diseñado para llamar la atención, para parecer más alto, para estilizar la figura, para brillar? Claro que lo hay, cojones.
Me pregunto qué le puede importar a ese pobre chaval que no ha caminado ni veinte metros aún, lo bonitos que son mis zapatos.
¿Según cómo nos trate la vida tenemos unas preferencias u otras? ¿Por qué en un país tan frío como Polonia, a 30 grados bajo cero, sólo encuentras ropa adecuada en las tiendas de deporte? En el resto (he de decir también, que son la mayoría) hay abrigos de entretiempo, zapatillas de tela, camisetas de manga corta y algunos jerseys pesqueros… es la moda sí, pero ¿por qué para los hombres sí que hay todo lo necesario para el frío? ¿Tenemos que cargar con ese peso, de llevar fríos los riñones pero ir divinas de la muerte? Me encanta esa filosofía. En el sigo XXI, gracias a Ausonia, da gusto ser mujer.

viernes, 8 de octubre de 2010

SUBE CONMIGO A LA MONTAÑA RUSA POLACA

Sabíamos que sería duro. Un duro invierno.
Hay veces en las que te embarcas en algo que no tiene ni principio ni fin. Eres consciente del cambio que va a suponer. Te preguntan si tienes miedo pero tú contestas que no, que no sabes, que sí. En realidad procuras no pensarlo mucho, ocupas tu tiempo en cosas irrelevantes, tienes miedo como cualquier persona humana lo tiene ante lo desconocido, pero da vergüenza reconocerlo. Siempre he pensado que el hombre es un poco gilipollas al intentar ocultar sus sentimientos.

Comienza esta historia con un cartel. Vive la experiencia en tus propias carnes. Te metes en esa vorágine de papeles, ilusiones, historias maravillosas que la gente va dejando por ahí.
En realidad, nunca fue este mi sueño, siempre he ido haciendo las cosas por inercia. Fui pasando los cursos hasta llegar  aquí. Y con esto, algo parecido, fui rellenando papeles hasta el día de hoy. Te entra un cosquilleo por la barriga y te cagas vivo. Joder, si es que ya estoy aquí. Hay que ser un poco consecuente con tus actos, es por eso que hoy mi país es Polonia y mi religión, un buen abrigo.
Aún es pronto, aún queda mucho trayecto por vivir y posteriormente por plasmar. Pero quería describir las primeras sensaciones; ese recelo inicial, esas lágrimas a puntito de nacer, esa risa nerviosa ante no entender una palabra, ese picor de cabeza ante un champú donde pone algo así como JIUHAJhiihya Kujaisjioas H&S… pero sobre todo, esa ilusión grandísima que espero, se vaya convirtiendo en las historias más rocambolescas de… albóndiga on tour.