lunes, 8 de noviembre de 2010

Ande yo caliente, ríase la gente.

Me encuentro sentada en una parada de bus semi congelada. Mientras espero, veo pasar a la gente.
El tráfico es horrible. Velocidad, adelantamientos indebidos, conductas peligrosas, pitidos. Pone los nervios a flor de piel a cualquiera. ¿A quién le puede gustar ese ritmo? Estás dejando de disfrutar de unos momentos que tienes, antes de por ejemplo, ir al trabajo (cosa que se supone que a nadie gusta, por lo menos en España). Pero bueno, que cada uno vaya cómo y con quién quiera.
Ha pasado un chico muy guapo ahora mismo, iba avanzando lento, pero sin pausa. Tendría aproximadamente mi edad y no llevaba zapatillas. Tampoco tenía piernas.
Vamos a las tiendas y nos compramos ropa de temporada. Empiezan las rebajas y nos peleamos como leones en celo. Necesito otro par de botas porque las marrones no me pegan con esos nuevos pantalones. Realmente es así, puede parecer triste pero nos hace felices.
El que se pone dos días seguidos la misma ropa es un guarro.
Algunos cantantes se cambian varias veces de ropa durante un concierto, para así, poder cantar mejor.
Ahora mismo estoy en un sitio demasiado frío como para preocuparme por eso. Te importa salvar el pellejo y sí, aunque suene fuerte; no morirte congelado. Porque a estas temperaturas se congela hasta el absenta. Da igual lo feo que es tu calzado si te protege del frío, te aísla los pies del agua helada y te da comodidad. Esa es su función, ¿no? ¿O es que hay algún tipo de zapato que esté diseñado para llamar la atención, para parecer más alto, para estilizar la figura, para brillar? Claro que lo hay, cojones.
Me pregunto qué le puede importar a ese pobre chaval que no ha caminado ni veinte metros aún, lo bonitos que son mis zapatos.
¿Según cómo nos trate la vida tenemos unas preferencias u otras? ¿Por qué en un país tan frío como Polonia, a 30 grados bajo cero, sólo encuentras ropa adecuada en las tiendas de deporte? En el resto (he de decir también, que son la mayoría) hay abrigos de entretiempo, zapatillas de tela, camisetas de manga corta y algunos jerseys pesqueros… es la moda sí, pero ¿por qué para los hombres sí que hay todo lo necesario para el frío? ¿Tenemos que cargar con ese peso, de llevar fríos los riñones pero ir divinas de la muerte? Me encanta esa filosofía. En el sigo XXI, gracias a Ausonia, da gusto ser mujer.