viernes, 10 de enero de 2014

Das miedo

Se frotó las manos antes de desabrocharme el sujetador con una delicadeza extrema.
Se me erizó la piel cuando me tocó el cuello y me ruboricé al pensar que se habría dado cuenta. Siempre me maldigo por estas cosas. Cuando menos lo espero, una amalgama de colores rosados y colorados vienen a mi cara. Yo lo noto y el calor sigue aumentando; a veces me creo un fénix a punto de centellear. Este pájaro mitológico me relaja y hace que mi cara vuelva a tener color de maquillaje.
Y con los escalofríos igual, cuando algo me gusta, aparecen en mis brazos y en mi cuello montañas diminutas de piel que vuelven a sumergirse bajo tierra cuando a ellas les parece oportuno.

Sus manos amasaban mi cuerpo y yo navegaba por el limbo de lo irreal. Para volver a la aquella cálida habitación, aspiraba intentando no producir ese ruido nasal tan desagradable. Su olor a limpio me hacía sonreír imperceptiblemente. Mientras trabajaba, yo me dedicaba a observar de reojo sus pies inquietos y la rotación de sus rodillas. Pero se daba cuenta y me colocaba la cabeza recta hacia abajo queriendo decir "estate quieta".

Una suave palmadita me anunciaba que ya había acabado. El procedimiento siempre era el mismo: entre susurros me preguntaba que qué tal estaba. Yo, que,enturbiada por los aromas del incienso y la magia de las velas, apenas podía hablar, a veces con voz gutural y entrecortada le decía que muy bien. Otras, un suspiro me bastaba para comunicar mi satisfacción.

Cuando me daba la vuelta, ya se había ido. Nunca le veía la cara. Ni siquiera sabía su nombre ni su sexo. Sólo sé que nadie me calma los dolores como ese fisioterapeuta.

miércoles, 8 de enero de 2014

La receta del ajonjolí


Escozor
Piel enrojecida

en la comisura de mis ojos

Lágrimas calientes

abrasadoras

Migajas

Segundos

Silencio

Ya no quiero las migajas de tu tiempo.