miércoles, 26 de octubre de 2011

Días nublados



Días que gustan y son odiados por igual...


Pero que a todos inspiran.


Días que, para mí, en estado de absoluta felicidad, son los perfectos para tomar café con un buen amigo en una cafetería con una gran cristalera donde podamos ver pasar a la gente con gabardinas.


Pero en estado de incipiente tristeza, lo mejor es enroscarse una manta alrededor del cuerpo (pies incluidos, importantísimo), ponerse una buena película, a ser posible en blanco y negro; dejarse llevar y abandonarse.


Días que son perfectos para pasar un fin de semana en el pueblo frente a la candela, enfrascada en un best-seller que te impida pensar en otra cosa.


Pero en cambio son horribles durante la semana... el ajetreo de los taxis, de la gente hablando insoportablemente por el móvil, de niños berreando a la salida del colegio, de ese choque molesto entre paraguas, de ese inevitable encrespamiento, de ese ir corriendo a todas partes para no mojarte, de ese atasco mal logrado en una ciudad tan pequeña como Badajoz, de ese "ay que se me estropea el bolso de piel", de ese barro en los zapatos y en el día a día.


Días pesimistas o alegres, según como estés tú.


Ayer caminé con sandalias y hoy, en cambio, hay que abrigarse, protegerse del mal humor del tiempo y hacerlo con los pies mojados... ¿Dónde se ha escondido este año el, tan preparador, Entretiempo?

lunes, 10 de octubre de 2011

ELLA

Todos los días paso por el mismo lugar, hago el recorrido exactamente igual que la anterior vez. Y a veces veo hasta a la misma gente. Es el caso de Flora.

Ni siquiera sé por qué conozco su nombre, ignoro si ella sabe el mío. Flora es una señora casi octogenaria que se encuentra fielmente sentada en su silla todas las mañanas a la misma hora y con el mismo collar rosa de perlas. Desconozco si es por algún motivo, pero siempre he tenido la sensación de que espera a alguien. De que lleva años esperando a alguien.

Tiene la mirada ausente y una mueca imperceptiblemente triste en la boca. En la avenida Cánovas, hay una residencia de ancianos y todas las madrugadas abren un ventanal que da a la calle. Tiene mucho tránsito y los mayores se entretienen mirando a la gente, viendo sus andares ajetreados, los coches serpenteantes, los roces entre desconocidos… al menos yo me distraería. Pero ella no, ella es diferente. Es una princesa destronada y está esperando alguien que la lleve de vuelta a su mundo.

Día tras día la he mirado, le he sonreído, pero ella ahí continuaba con la mirada perdida. Siempre he querido decirle lo guapa que estaba con su collar rosa pero nunca me atreví. Tuve miedo de que no hablásemos el mismo idioma, de que ella se molestase porque yo me entrometiese en su vida.

Un día desapareció y no la he vuelto a ver. Desde entonces, mis mañanas, de camino al trabajo son insustanciales; busco por todos lados un destello rosa que me indique que ahí está ella, esperando cabizbaja. Pero nunca aparece; Flora no está.

¿Dónde te encuentras, a quién esperabas, por qué?